Año 4567. Hace mil
años, tras varias investigaciones, se logró controlar la tecnología de cuerdas,
aquello de lo que está hecha toda la esencia del universo. Sin embargo, esta
tecnología trajo consigo guerras, experimentos terribles y pandemias, además de
muchas catástrofes mucho más peligrosas. La humanidad quedó mermada durante
siglos… Hasta que todo volvió a comenzar. Poco a poco, la humanidad salió
adelante y fue recuperándose. Sin embargo, hubo un atraso tecnológico. Pero la
tecnología de cuerdas había provocado severas consecuencias en los humanos y
demás seres que habían sobrevivido. Ahora la magia estaba con ellos…
Mahō no mojiretsu
Capitulo 1: Alianza
forzada.
Bosque de Bindei…
—Como sigamos así nos
va a descubrir —Dijo la chica de pelo moreno, ojos verdes y mirada penetrante.
—Hazme caso. Si
jugamos bien nuestras cartas podremos cazar a los Eleraptores —Dijo su amigo,
de cabello dorado.
Ambos se agazaparon y
se asustaron al oír varios rugidos a la derecha de su posición. Un ciervo había
sido abatido por varios lagartos bípedos. Sus colas eran largas y flexibles,
sus patas eran fuertes y provistas de garras afiladas como cuchillas. Los
brazos carecían de codos, pero tenían gran fuerza y podían comprimirse y
acababan en una única garra larga y curva. Estos la usaban para mantener
paralizado a su presa, emitiendo varias descargas eléctricas a través de las
garras delanteras que paralizaban los músculos del pobre ciervo.
—Ahora es el turno de
atacar. No va a haber otro momento mejor —Dijo el chico.
—De acuerdo Jigoku. Yo
creare mi barrera y acto seguido creas el campo de llamas —Dijo la chica.
Jigoku asintió y la
chica creó una membrana de color azul verdoso que chocó contra los eleraptores haciéndoles
retroceder del cadáver. Jigoku se dirigió hacia estos y sacando una espada, la
blandió creando una muralla de llamas que atrapó a las criaturas evitando
cualquier escape. Sin embargo, dos de ellas dirigieron sus garras hacia la
barrera y tras un chispazo, la chica retrocedió y la barrera cedió ante los dos
ataques.
—¡¡Jiyu corre!! —Dijo
Jigoku.
La chica intentó
escapar, pero los eleraptores eran más rápidos. Sin embargo, de pronto algo
impactó en el pecho de uno de ellos. Los demás se apartaron violentamente al
escuchar como la caja torácica del reptil reventaba desperdigando sus tripas
por el terreno. La criatura, ya muerta, cayó emitiendo un ruido sordo. Las demás
miraron hacia el lugar de donde había provenido el ataque.
—Eso es… Dirigid la
atención hacia mí…
De entre las sombras,
un chico de cabello negro y ojos del mismo color, salió a la velocidad del rayo
hacia los monstruos. Estos intentaron abalanzarse sobre él, pero este esquivaba
los ataques y con un dedo emitía pequeñas chispas negras. Después de salir de
entre las bestias, nuevos sonidos se oyeron. Las cajas torácicas de las demás criaturas
reventaron y los eleraptores cayeron muertos al suelo. Los chicos miraron
extrañados al tipo que acababa de aparecer.
—Gra… Gracias por
salvarme —Dijo Jiyu.
—Deberíais tener
cuidado. Los eleraptores son muy astutos y traicioneros. Incluso cuando están acorralados
mantienen la calma y saben resolver rápidamente una situación. Cualquiera sabe
eso —Dijo el chico de cabello negro.
—Sentimos haberte
importunado. Soy Jigoku y me gustaría cazar un Rogartha algún día. Por eso
entreno con mi hermana Jiyu, para poder cazar uno algún día.
—Jamás he visto un
Rogartha, pero he oído que son muy difíciles de derrotar. Vas a tener que
entrenar mucho para eso si quieres lograrlo chico.
Tras esto, el chico
hizo ademan de largarse.
—Espera, ¿Cuál es tu
nombre? —Dijo Jiyu.
—Podéis llamarme
Arashi. Aunque total, puede que no volvamos a cruzarnos —Dijo el chico antes de
fundirse con la oscuridad.
Tras eso los dos
hermanos se colocaron unos guantes de goma aislante y arrancaron las garras de
los eleraptores con sumo cuidado. Después se fueron hacia el este y al llegar a
unos portones que daban paso a una ciudad se detuvieron. La ciudad estaba ardiendo violentamente. De pronto, varios soldados con armaduras
rojas y negras rodearon a los dos chicos.
—Que bien, dos
forasteros. Quedémonos con sus pertenencias —Dijo uno de ellos.
—Bien dicho —Dijo otro—
Y después podremos venderlas al mejor postor.
De pronto, Arashi
apareció delante de los chicos. Los soldados se asustaron al ver al chico.
—Creía que no íbamos a
volver a cruzarnos —Dijo Jigoku.
—No me va a quedar más
remedio que actuar. Estaba buscando a estos bandidos. Y os agradecería que me
ayudarais. Son demasiados incluso para mí —Dijo Arashi.
—En ese caso, manos a
la obra —Dijo Jiyu…
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